////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

domingo, 13 de septiembre de 2015

EL MUNDO EN GUERRA O LA GUERRA DEL MUNDO...


No hay un número exacto de la cantidad de conflictos bélicos que soporta el mundo en la actualidad. Las estimaciones van de 22 a más de 80, según la ferocidad, o sea, la cantidad de víctimas. Algunas son guerras con varias décadas en marcha, otras recién comienzan pero prometen. Todas tienen su coartada romántica y su móvil económico. Detalles, analogías y coincidencias, hacen de este presente un pasado difícil de creer en el futuro.


LA GUERRA DE TODAS LAS GUERRAS



A nosotros no porque no nos importa, pero a los historiadores de un futuro más o menos cercano les costará explicar este presente, y acaso recuerden nuestros días como los tiempos de la Gran Guerra Mundial o la Guerra de todas las guerras o la Guerra Global o algo por el estilo, y entonces las dos famosas contiendas del siglo pasado cobrarán su verdadera dimensión de guerras internacionales, multinacionales, pero no mundiales, porque guerra mundial es esto: cuando todo el mundo está en guerra, y el que no también se jode.
Buscamos el número exacto, pero hay demasiados números y ninguno actualizado. Las cifras que intentan precisar los conflictos bélicos en marcha van de 22 a 83. Los muertos se cuentan por millones, pero la cantidad exacta es inasible como el viento, porque corre y no para de correr. Los desplazados, los refugiados, también son lógicamente cada día más.
A la hora de estudiarnos para comprenderse, las generaciones por venir advertirán que todos estos conflictos actuales tuvieron su correspondiente coartada romántica, moral, patriótica, justiciera y/o religiosa, o todas o varias a la vez. Pero que los móviles reales fueron siempre económicos. En todos los casos.
Otra característica que aúna y distingue las muchas guerras en trámite, es que en todas, franca o soterradamente, participan las grandes potencias de la hora, y sin embargo todas a su vez mantienen sus propios territorios en paz. O en la relativa paz que les corresponde a los promotores de las guerras.
A nosotros, hoy, no nos importa, pero los profesores de historias de nuestros nietos o sus hijos, tendrán serias dificultades para convencer a sus alumnos de la verosimilitud de estos días. Así como nosotros, hoy, nos resistimos a creer, por ejemplo, en los tiempos de los dioses griegos, y quién te dice…
Porque hay detalles fantásticos. Sobre todo si se recuerda las predicciones de los grandes habladores del pasado reciente, que en los albores de la era atómica y otras posibilidades de la destrucción masiva, se animaron a predecir muy compadritos que las guerras del futuro serían breves, certeras y fulminantes como rayos hechos a mano. Pero el futuro llegó y se les cagó de risa en la cara.
De estos conflictos “modernos”, algunos llevan sangrando ya más de medio siglo y miles y cientos de miles y millones de muertos inocentes, o daños colaterales, como también gustan decir aquellos decidores.
Colombia está en guerra desde 1964, por ejemplo. Filipinas desde 1969, y a falta de un conflicto tiene dos. Pero le supera la India, que tiene cuatro, aunque empezó dos años antes, en 1967. Cifras de muertos, militares y civiles, hay muchas. Pero los muertos son incontables porque todos estos conflictos están en marcha, y así el minuto a minuto se hace imposible.
También están en pleno desarrollo y evolución las guerras de Irak, Afganistán, Pakistán, Siria, Chechenia, Libia, Yemen, Ucrania, Sudán, Birmania, Tailandia, Israel y Palestina, República Centro Africana, República Democrática del Congo, Nigeria, Eritrea, Sri Lanka, Uganda, Ruanda, Chad, Mali, Etiopía, Sudán, entre otras… si esto no es la guerra mundial, global o algo así…
Una de las más difíciles de contar –de creer- mañana, será, quizá, la guerra del Congo, o de Zaire, o la Guerra Mundial Africana, como también le llamaron porque llegaron a participar en ella once países de la región. Tuvo muchos nombres: Gran Guerra Africana, Segunda Guerra del Congo (porque ya habían armado otra, cuando al Congo le decíamos Zaire), pero por muchos nombres que le pusieron, nadie la creyó nunca el todo. De hecho, dirán los libros, sus propios contemporáneos dejaron de creer en ella y la dieron por terminada en 2002. Pero en 2015, trece años después, los muertos seguían lloviendo y la ONG Médicos Sin Fronteras denunciaba más de 60 grupos armados en operaciones, muchos de ellos financiados por países vecinos que a su vez reciben apoyo de otros países ya no tan vecinos, pero igualmente amables.
En esta guerra de escasa prensa también hay muchos números de muertos, y aún más muertos que números. Las cifras van de los 4 a los 6 millones de personas, pero lo curioso es que sólo 500 mil cayeron en combate. Las otras, los otros millones, murieron de hambre o de sed, por enfermedades, falta de atención médica y saneamiento básico, y otras consecuencias típicas de casi dos décadas de muerte y destrucción.
Los razones étnicas y políticas para semejante carnicería, son varias.
Los motivos también son varios, entre otros: cobalto, cobre, oro, diamantes y coltán, un mineral del cual el Congo posee el 80 por ciento de las reservas mundiales, y sin cuya participación este blog y su pantallita y nuestros celulares y todo esto sería imposible. Tecnología de punta y barbarie medieval. En el futuro nadie podrá creerlo.
Hablando de refugiados, el Congo, con su guerra tan calladita, ya produjo más de 3 millones. Parece mucho, pero no tanto si se considera que el conflicto lleva casi dos décadas, y que Siria con menos de un lustro ya le gana por un millón. Tiempo al tiempo.
Otro detalle que por suerte no podrán creer nuestros nietos o biznietos, es que de los hoy técnicamente incontables países en guerra, 22 de ellos utilizan niños en sus ejércitos. A ellos sí UNICEF pudo contarlos, acaso porque se trate de los únicos privilegiados.
En todo –y sólo- el África, hoy, la ONU estima en cien mil el número redondito de los niños-soldado. (Niños o niñas, en todo sentido para el caso es lo mismo).
La guerra invisible del Congo es acaso donde más se lucen. Durante la breve tregua de 2003 30 mil menores de quince años fueron desmovilizados, y actualmente se estima que unos siete mil chicos siguen en combate. Es una suerte que sea invisible.
Pero más allá del número preciso, 22, 83, 50 o 100, producto de esta guerra hecha de muchas guerras, según el ACNUR –la agencia para refugiados de las Naciones Unidos-, la cantidad actual de personas desplazadas en el mundo es ya de 62 millones.
Sesenta y dos millones.
Toda Francia, una Argentina y media, diez veces Grecia.
Y cada día que pasa 45 mil personas más deben dejar sus casas espantadas por alguna de estas guerras.  
No son estadísticas ni porcentajes, índices o proporciones. Son personas y sucesos que hoy ni siquiera nos importan pero que nuestros nietos o los de ellos no podrán creer, comprender, ni perdonarnos.



lunes, 7 de septiembre de 2015

EUROPA TERMINÓ DE TERMINARSE



Entontecidos por la coyuntura y el plagio, los grandes medios del mundo no vieron la noticia tan sólo comparable a la conquista de América: la hecatombe de los refugiados en Europa no es sino el cambio de piel de un continente entero. Con índices de natalidad en baja, y de envejecimiento en alza, una invasión pacífica vino a renovarlos cuando ya se morían. La Europa conocida, soñada o añorada, se terminó. ¿Cómo será la nueva Europa? ¿Mestiza? ¿Musulmana? ¿Bélica? ¿Monárquica o teocrática?

EUROPA EMPIEZA OTRA VEZ




Esta sección, Europa en guerra, nació con El Martiyo y fue la única en ostentar capacidades proféticas anunciando un nuevo fin del viejo continente, ya desde su primer post titulado entonces Europa se termina otra vez.
Pero nosotros, nobleza obliga, avistábamos una guerra, un gran conflicto bélico en territorio europeo como resolución final de la crisis económica, política, y sobre todo moral que desgastaba a Europa desde su última destrucción completa. El derrumbe del euro, la recesión, la desocupación, los viejos odios, esos pueblos que nunca se quisieron, que siempre se pelearon, antes o después colapsarían en un todos contra todos por la presión de las circunstancias. En dicho contexto, Ucrania era el primer chispazo.
Lo que no vimos, al igual –sorprendentemente- que sus líderes, era esto: la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra, el terrible efecto rebote del incendio iniciado por ellos mismos a todo su alrededor, en el norte de África, en el Medio Oriente, en la Magreb, en los Balcanes. Ahora es tarde: ahora Europa se terminó otra vez.
La Europa conocida, añorada o soñada, la de las grandes catedrales y los museos tan lustrosos; la de los príncipes mediáticos, las reinas y las ruinas; la Europa que se nos aparecía tan civilizada y próspera, organizada y pulcra, la Europa blanca, occidental y todo eso, ya es pasado pisado. Los cientos de miles y millones de refugiados asiáticos y africanos que habrán de poblarla de ahora en adelante, darán, en apenas una generación o dos, una Europa nueva, distinta. Otra Europa que la Europa que así se terminó.
La Europa del final del siglo XX, suntuosa y vanguardista y a la vez conservadora; la de Chanel y Churchill, la de Picasso y Mastroiani; la Europa que la burguesía argentina visitó durante años dispuesta a volver impresionada aún antes de partir, esa Europa está muerta. Vivió la lucidez de su agonía durante los primeros años del nuevo siglo, la década corta que estalló en el 2008, el alba dorada del euro, la flamante y poderosa moneda única de la gran convertibilidad continental, un sol mejor que el sol y que en su propio esplendor anunciaba el último ocaso. Ahora es la noche.
Demasiados siglos de aventuras imperiales, de invasiones, saqueos, genocidios, de ostentar riquezas y sembrar miserias, aquí por fin se encuentran con su destino universal... les diría Borges.
Una nueva humanidad llega para ocupar sus tierras, y renovarlas.
Hombres y mujeres y niños que pronto serán nuevos hombres y mujeres y más niños, pero ya no refugiados, sino nativos, europeos ellos también. Con sus credos, sus dioses y sus cosas, pero nacidos allí, ya ingleses, ya alemanes, belgas, españoles…
No deja de ser una buena noticia cuando todos los índices alertaban sobre una caída en la natalidad y un envejecimiento poblacional. A punto de vaciarse, Europa se llena de nuevo… ¿Pero serán bienvenidos?
O sea, nos preguntamos, cuando en dos décadas –no más- los parlamentos europeos se llenen de turbantes y de velos y las mayorías blancas ya no sean mayorías, ¿Será todavía la democracia el mejor sistema político en Europa?... ¿O habrá uno nuevo?... ¿O uno viejo?...
La noticia que no vemos en los diarios es que asistimos en directo a un hecho sólo comparable a la conquista de América: el cambio de piel de un continente entero.
Esta vez los invasores son del todo pacíficos, pero el proceso es sin embargo más veloz, más contundente. Lo que en América tomó doscientos años hasta instalar como nativa una sociedad ajena; en Europa tomará semanas, meses. Un par de años.
Como las aguas de dos océanos separados por un muro que por fin se abre –o se rompe-, dos sociedades se encuentran, se chocan y se mezclan.
Una nueva, musulmana en su mayoría, llega a la vieja Europa para asentarse, trabajar, prosperar, crecer, y reproducirse. Trae la fuerza del hambre, la certeza del horror, y conoce exactamente el valor de la vida. Del otro lado hay una sociedad cansada, que envejece vencida por veinte siglos de guerras y el fracaso reciente de una aventura comunitaria que redujo a colonias germanas a sus propios estados miembros. Los que llegan sólo tienen futuro, los que estaban son el pasado. Diría Machado, don Antonio: hay una Europa que muere, y otra Europa que bosteza.
Pero el parto no será sin dolor. Sobran los indicios de que esa sociedad que muere, no se entregará sin resistencia. Por ello, y pese a este final abrupto por la vía poblacional, no podemos descartar la guerra que siempre anunciamos. Por el contrario, el rechazo íntimo del europeo medio al medio extranjero, la situación laboral de las grandes masas europeas, el estado calamitoso de las arcas de sus estados y los grandes buitres financieros sobrevolándolo todo, sumado a un desastre migratorio como el actual; nos hacen pensar con Shakespeare que esta noche negra no se aclara sin una tempestad.
Lo cierto es que con guerra o sin guerra, Europa la que decíamos está terminada.
El desastre de los refugiados recién comienza y promete agravarse, pero un día también terminará. Cuando todo pase, cuando amaine la tempestad, y la noche amanezca, una nueva Europa surgirá de sus escombros. Otra vez. 

* * *

viernes, 4 de septiembre de 2015

EUROPA Y LOS REFUGIADOS: EL INCENDIO NO ERA GRATIS...




Allí está por fin, de cuerpo entero y desnuda frente al mundo, la Europa que aún hoy algunos colonos sudamericanos evocan como un sueño de civilización, de modelo social, y desde luego cultural. Allí está por fin, sin careta y sin bozal frente a los pobres de cualquier parte que pretendan habitar su suelo tan exclusivo. Allí está, alambrada, recia, indiferente, brutal. Final.

MIRAR MORIR




Al fin y al cabo incendiar Siria, Iraq, Libia, Afganistán, el Medio Oriente, el Magreb, no era gratis. 
Muchas personas que vivían allí, como era de esperar, acorraladas por el fuego, el hambre, la locura y la muerte, tuvieron que abandonar sus países y sus vidas sin nada mejor más a mano que la dorada Europa que aprendieron a soñar a través de los siglos y las invasiones y sus guerras, la que desde los días del Magno exporta occidente puro a cambio de riquezas que sustrae o destruye, la potente, la poderosa Europa. La que todavía hoy algunos colonos sudamericanos evocan con los ojos en blanco. Allí la tienen ahora, sin careta y sin bozal, severa y cruda, frente a los pobres de todo el mundo, mirándolos morir.
David Cameron los consideró una “plaga”. Sarkozy los comparó con una “fuga de agua”. El 56 por ciento de sus compatriotas dijo que no quiere un inmigrante más en su refinado suelo. Víktor Orban, primer ministro de Hungría, teme “por la Europa cristiana”. En Alemania en lo que va del año fueron incendiados 200 centros de refugiados. El horno no está para bollos. Alguien diría: éramos racistas, y llegaron los negros.  
La Europa de la recesión y el miedo al terrorismo, la Europa de la desocupación y la xenofobia, de pronto se llena de inmigrantes asiáticos y africanos como quien despierta en mitad de la noche durmiendo exactamente con el enemigo.
La primera reacción fue artillarse, alambrarse, rechazarlos, repatriarlos, perseguir sus barcos, espantarlos, acaso hundirlos.
Hasta ahí el problema era de la Europa periférica, Hungria, Italia, Grecia, España… luego los camiones con sus muertos aparecieron ya por Austria, Alemania. La Europa Central.
Fue entonces cuando vimos a la canciller Angela Merkel en el papel del payaso Krusty acariciando a una niña palestina mientras le recomendaba tierna y sonriente volver a su país, a su tierra, a sus llamas y su muerte.
Apenas recién, el 23 de agosto, en el diario Le Figaró, Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, asumía: “Lo que me espanta es constatar el resentimiento, el rechazo, el miedo con los que se trata a esas personas. Incendiar los campos de refugiados, alejar los barcos de los puertos, violentar a los solicitantes de asilo o cerrar los ojos frente a la miseria y la pobreza, eso no es Europa”.
La pregunta es: ¿No, Jean Claude?... ¿Eso no es Europa?... ¿Cuál es Europa?
¿La de las grandes guerras, la de los cien años, y las dos mundiales, las napoleónicas y las romanas, o la Europa la de las cruzadas, la de Indochina, la de los grandes imperios y sus noblezas llenas de esclavos; o la Europa de la Conquista y sus espléndidos genocidios, la de la escasés y la OTAN, la que se muere sin el petróleo, el agua y la comida de los países que incendia, la que saqueó todos los continentes, o se desangró en sus propias batallas desde Alejandro a Hitler?... ¿Eso no es Europa, Jean Claude?...
Con 2300 inmigrantes muertos en lo que va del año, después de ver a diario camiones de cadáveres, y más cadáveres flotando sobre grandes extensiones de mar y bodegas repletas de cuerpos sin vida, después de todo y tanto, por fin hubo una foto que ahora sí “nos hace tomar conciencia”, “que paraliza al mundo”, “que nos hizo reaccionar”, y bla, bla, blá, recitan entre dos tandas los presentadores del mundo. Como si los otros 2300 muertos no hubieran bastado. Como si faltara éste.
Y es que Aylan Kurdi, un niño sirio de 3 años, cuyo cuerpo apareció en una playa de Turquía, no era lo suficientemente negrito ni tenía un turbante ni nada que permitiera presumirlo ajeno. Parecía propio. 
Entonces Europa miró esa foto y comprendió que algo no andaba bien en algún lugar.
Los voceros más calificados de los principales responsables de esta inmensa tragedia –sus medios y sus políticos- esconden la propia mugre bajo la alfombra del Estado Islámico, y más odio siembran, más confusión, y más mentiras.
Como si el EI fuera una generación espontánea, el brote simultáneo de cientos de miles de sicóticos con el mismo delirio religioso que simplemente no tiene explicación, y punto. Son locos, mejor matarlos.
Ninguno de tales explicadores parece recordar los bombardeos de la OTAN a todos esos países del los que hoy huyen espantados sus propios pueblos; y ni palabra sobre los fondos aportados por sus estados miembro a muchas de esas inciertas organizaciones armadas tan funcionales en la coyuntura, pero que luego, bueno… se desmadraron.
Y ninguno dice nada tampoco del gas y el petróleo que fueron a buscar a punta de pistola porque así es más redituable: por un lado consiguen energía gratis, y por otro reactivan la industria pesada de la guerra.
Ninguno dice tampoco que Siria, curiosamente, es el único país del Medio Oriente que no privatizó su petróleo.
Nada de eso, parece, viene a cuento.
Mejor reducirlo todo para el gran público. Más fácil. 
La canción será siempre la misma: civilización o barbarie. 
De un lado el occidente blanco, democrático, republicano y sensato, con su dios perfecto; y del otro todos negros fanáticos poseídos por el demonio de un dios sacado, y medio degenerado para colmo.
En agosto se cumplió un año desde que Obama armó su liga de la justicia para acabar con el Estado Islámico, principio y fin de todos los males. Los discursos, hoy, son entusiastas. Los hechos no tanto.
El Estado Islámico amplió el territorio de sus dominios, consiguió tomar en Iraq la estratégica ciudad de Ramadí, aumentó el número de sus tropas, y según fuentes de la CIA actualmente recibe aportes por tres millones de dólares diarios (buena parte de los propios países que integran la coalición para elimnarla), lo que la convierte en la organización terrorista más rica de toda la historia; y como detalle de apostilla para los coleccionistas: los europeos en sus filas son cada vez más. Los 86 franceses, por ejemplo, enlistados en 2013, hoy son más de dos mil. Por muy entusiastas que sean los discursos…
Allí tienen por fin las flores de sangre de esa primavera árabe que tan alegremente desataron cuando vieron la posibilidad de manotear políticamente todos esos países siempre tan esquivos, tan musulmanes, tan distintos.... Pero el incendio no era gratis.
En llamas el bosque, sus habitantes tomaron la comarca. Ocurre.
Entonces los barcos persiguiendo sus barcos, los alambrados, las fronteras erizadas de púas, de perros y de guardias, y la playa del verano que se llenaba de cadáveres…
Pero ahora dicen los mismos voceros de aquellos grandes responsables de esta inmensa tragedia, que esa foto de Aylan Kurdi, esta vez sí los hizo reaccionar.  Recapacitar, prefieren algunos, buscando la palabra exacta, como esos que todavía discuten si llamarlos refugiados o migrantes, que ya sería algo más voluntario, digamos, menos urgente, en fin… casi turístico.
La cosa es que ahora sí, atento el mundo, con repentina voluntad humanitaria, esos mismos líderes europeos que ven en cada extranjero una amenaza, ahora sí se acercaron por fin al gran incendio para arrojar cada uno su correspondiente vasito de agua. Algo es algo, se dicen y se felicitan. Desbordados por los invasores, ahora se rifan refugiados en bolsas de 40, 50, 60 mil, cuando más miles y millones se les vienen encima, porque el incendio continúa, mejor, peor: se expande...
La tragedia es tan grande como la epopeya individual, desesperada y colectiva de todas esas miles y miles de personas a las que no les queda más que la vida.
Según la organización humanitaria Save the Children, en lo que va del año, nada más que a Italia, llegaron 3800 niños solos. 
Solos. 
Niños. 
Abandonados y perdidos por el mundo y hasta la muerte. Así de inmenso es el desastre.
Pero no todo está tan mal, no. Por unos días -dos, no más-, una foto, esa foto, mancomunó a la gran Europa indiferente, y la sacudió ¡La despertó!... Si hasta David Cameron, que los consideró una plaga -pero que también es padre-, se conmovió al verla.
Y dicen que la Merkel, incluso.
Un gran gesto, cómo no. 
Mirar morir.   


¿Querían fotos?... hay más: muertos no faltan.

* * *

sábado, 29 de agosto de 2015

EL CÍRCULO ROJO Y LAS URNAS: AMORES IMPOSIBLES…


Asumida aún antes de las PASO la derrota en las presidenciales de octubre, el mentado círculo rojo -desechados por las urnas sus productos políticos, y ya reducido ideológicamente a los últimos alaridos de Mirtha Legrand-, perdido por perdido ahora apela al caos.
La nueva estrategia es simple: las victorias se festejan, las derrotas se niegan. El resto es fuego de verdad y pirotécnica mediática, lamentos, fotos falsas y mentiras, todo sirve. Menos la democracia.

EL RUIDO, LAS NUECES Y LA FURIA




Cuando vieron la esforzada victoria sufrida por Mauricio Macri en su propia cancha, el círculo rojo (simpática expresión para englobar latifundios, monopolios, Sociedad Rural, banca extranjera, fondos buitre, exrepresores y asociados, y la infaltable Embajada), comprendió que ya no había nada que esperar. No al menos por la vía de las urnas, tan esquivas siempre al suicidio colectivo.
Entonces el fuego.
Una vez más.
El caos.
Patear la mesa, y que den de vuelta.
No tienen cómo si no.
Es historia. En el 30, en el 55, en el 76… la destrucción, el incendio, la furia.
Desde la fundación de la patria dicho círculo rojo ha probado más de una vez vivir fantásticamente sin democracia. No la combatieron antes, porque desde su retorno supieron encausarla, dominarla, manejarla, teledirigirla, neutralizarla. Usarla.
Descorazonados por la política –siempre tan proclive a las mayorías-, hartos de los militares –locos de mierda capaces de enfrentarse con el mismísimo Occidente-, armaron algo mejor que un partido, vetusto aparato encorsetado en principios, doctrinas, y otras limitaciones prácticas. Armaron, se armaron, mejor, de un conglomerado de medios absoluto. Suficiente. Hicieron fácil.
En dictadura se asociaron con los fierros, pero en democracia, cuando la opinión pública define, los medios son los fierros, y los medios eran de ellos. La propia dictadura les cedió todo el papel de todo el país. Y cuando los viejos políticos de la vieja Argentina salieron de su frizer, el círculo rojo, dueño del papel, y por lo tanto de los medios, ya estaba ahí. Armado hasta los dientes con los fierros de la hora.
Habían sobrevivido al genocidio intactos. Mejor, peor: lo habían acompañado, secundado, encubierto, justificado, cuando no celebrado. Así habían crecido, y tanto, que para entonces ya eran mucho más que medios: eran fines. Negocios continentales, mundiales, financieros, grandes bancos, Goldman Sachs, Barton Group, islas Caiman, JP Morgan, y otros piratas del Caribe. Mucho dinero eran ahora, mucho poder. Mucho más que papel, noticias y bailantas.
No: ni Magnetto ni Clarín-La Nazión son El Enemigo, el enemigo es mucho más ancho y alto, pero son, sí, su brazo armado: son los medios de comunicación. Lo que la gente sabe de lo que pasa. No cubren la actualidad: fabrican la realidad.
El final de las ideologías después de todo ha llegado. En Estados Unidos, en Venezuela, en Grecia, en Brasil y en la Argentina, en ninguna parte hay un enfrentamiento ideológico. Qué va. Con los muchos siglos la gran cuestión, el conflicto insoluble, se ha refinado, precisado, descarado: se trata ya de un enfrentamiento entre la ideología y la nada, la no-ideología, la no-doctrina, la no-teoría, más claro aún: lo no-positivo. En el absurdo de esa incongruencia está todo lo que hay del otro lado en términos ideológicos: nada.  
Con nostalgia, no sin romanticismo, hay quienes sueñan que enfrentan aún una especie de monstruo neoliberal o liberal, conservador o fascista cuyos principios esquemáticos surgen de convicciones profundamente organizadas, aviesas, cuestionables, pero tangibles. De alguna forma discutibles.
Fantasías.
Enfrente no hay nada.
Hay el dinero y sus zombis. Una fuerza inasible, direccionada, colectiva, sí, pero mancomunada por la codicia, por el egoísmo, por la indiferencia, y por lo tanto compuesta de individuos igualmente dispuestos a comerse entre sí. O sea: no hay equipo, no hay adversario.
El monstruo, si se quiere, es el Mal y nos habita. Luego se manifiesta. Viene por nosotros, pero surge de nosotros. Algunos de nosotros conseguimos dominarlo… otros sucumbimos.
Macri, Carrió, Massa, Sanz, la Bullrich, van y vienen de un discurso al otro, de un eslogan al siguiente, de un rejunte a una traición y otra vez al rejunte; les da lo mismo la quema de urnas, que la represión o el abuso de la cadena nacional, Chano, Tevez, o Xipolitakis, las mentiras de Clarín, una foto trucada, otra vieja, cualquier cosa sirve cuando sólo hay vacío... Pero el resultado de todo eso fue Santa Fé, La Rioja, Salta, y un rosario de derrotas que estalló en Tucumán.
No tienen votos porque la gente no los acompaña, y allí la gente se convierte en el problema. El gran obstáculo entre el poder y ellos. La democracia. Tal el palo en la rueda. Otra vez sopa.
Y es que de pronto algo falló. Sus poderosos medios -otrora tan eficaces a la hora de imponer candidatos, plastificando con sus ediciones cualquier fantoche flexible-, ya no funcionan como antes. Despreciaron la credibilidad, y la perdieron. Ignoraron la fábula del pastorcito y el lobo, y el lobo se los comió. Ahora la desesperación desespera.
Nerviosos, cada vez más nerviosos, sus voceros –periodistas, panelistas, conductores, habladores en general- se preguntan con la voz cada día más aguda por qué la gente “todavía los vota”.
Entonces recitan índices de pobreza que eran dos veces más altos en los días de Punta Cana, cuando todo les chupaba un huevo; y ahí nomás disparan sin vergüenzas las más feroces explicaciones: el clientelismo, los punteros que amenazan, la falta de educación; feroces todas porque parten todas de la misma hipótesis: la gente es idiota. Ignorante, en el mejor de los casos. Bruta, bah…
Conclusión final, fatal: quizá la democracia no sirva.
De momento se cuestiona el procedimiento, que si la lista sábana, que si el voto electrónico… pero apuntan al sistema, está claro. Tan claro está que hablan del procedimiento pero dicen “sistema”. Los estorba eso. La gente, que no los quiere, y entonces, claro, ellos tampoco la quieren ya. No respondió como se esperaba, y bueno: ahora no sirve, la gente. La democracia.
Otra vez en octubre los esperan las urnas como un muro infranqueable. Las pocas veces que lo atravesaron, fue así: destruyéndolo. Rompiéndolo, socavando sus cimientos, llevándoselo puesto.
Volteándolo.
Bajo sus escombros, siempre, quedamos nosotros.


* * *

sábado, 15 de agosto de 2015

INUNDACIONES: A VOS TAMPOCO TE IMPORTAN…


Indignados pero infantiles, correctos ciudadanos, políticos en campaña, y especialistas de ocasión, reclaman entre alucinaciones obras de ingeniería que resuelvan en Luján una hecatombe planetaria.
Mientras tanto todos, cada uno de nosotros, continúa con su vida contaminante, destructiva, suicida. El calentamiento global, el deterioro ambiental, las causas profundas del desastre, y por lo tanto las inundaciones, sus consecuencias, en el fondo, nos chupan un huevo.

NO HAGAN OLAS





Los inundados duelen, pero no importan. Incluso, con los días, molestan. Nos recuerdan que las aguas suben, y lo que hacen con todo. Pero ellos, en sí, no importan. Ahora un poco, quizá, un rato, pero nada. Indignan, sí, acaso asustan, pero no importan. De verdad, no
Se advierte en los medios, donde nos vemos todos. El debate público se enreda en sí mismo buscando un culpable, pero conforme se suman las voces, el asesino se les vuelve inasible. El diluvio fue tal que en sus aguas se llevó también las teorías. Entonces todo se reduce a empujar el cadáver de aquí para allá porque nos acusa. Pero no porque importe.
Los inundados duelen, sí, pero el debate es cómico. Se exigen obras, la participación del estado –casualmente las mismas voces que tanto la critican siempre -, se reclama la presencia física de tal o cual funcionario como si se tratase de Acuamán en persona; florecen de repente especialistas hídricos en cada ciudadano, en cualquier panelista pedorro, mientras políticos en plena campaña se patean las responsabilidades con tanta fuerza que algunas revientan en la patada y salpican a todo el mundo, propios y ajenos, empresarios, vecinos, usted, yo, todos… el desastre ambiental es planetario, imparable, ecuménico, irreversible, y ahí lo cómico: parecemos una manga de locos que quieren cruzar el mar a bordo de un convertible.
Ya nos gustaría que Scioli, Macri o San Martín pudieran resolver esto, cómo no. El papa, cuando menos, que sabe muy bien que se nos viene la noche y llora y clama desesperado mientras todos comentamos qué simpático es este cura.
Nada nos gustaría más que levantar a fuerza de pura “voluntad política” esas grandes obras que alucinamos entre cacareos, mágicas ingenierías capaces de revertir entre milagros mecánicos cien años de impericia colectiva, desidia total y desatinos cotidianos. Claro que nos gustaría.
Pero mientras tanto en el mundo, ahora mismo, mueren tres niños por minuto por falta de agua potable o saneamiento básico cuando el 70 por ciento del agua potable ya es propiedad privada (1); y el fuego perenne de los incendios forestales se devora los bosques a razón de 700 hectáreas por minuto (2); y conforme avanza la tecnología los vertederos de residuos electrónicos sólo crecen, se expanden, enferman y matan (3); y encima los residuos radioactivos, que ya nunca tendrán solución porque simplemente armamos una bomba que no sabemos desarmar (4); y la basura nuestra de cada día que no para de llover sobre la tierra desde hace tanto y que hoy a tal punto nos desborda que en el norte del Pacífico ya tenemos una isla de plástico y porquerías del tamaño de la India, y otra similar en el Atlántico sur, y otra en el norte, y también por eso los restos del MH 370 de Malasya Airlines no pudieron encontrarse en el mar, porque la basura sobre la superficie del Índico es tanta que era buscar un árbol en un bosque, “vimos islas de basura flotando a la deriva del tamaño de Brasil”, declaró uno de los pilotos que participó de la búsqueda (5).
Sin embargo por nada de esto ninguno de nosotros dejará hoy de acumular y tirar su bolsita plástica indestructible llena de relojes, celulares, televisores, lavarropas y más plástico; ni jubilaremos nuestro amado automóvil por más veces que nos digan que la causa principal del calentamiento global que nos cocina a fuego lento y condena al infierno a nuestros nietos es justamente la emanación de gases carbónicos producida por el transporte automotor... Y mucho menos abjuraremos -jamás de los jamases-, de la electricidad. Al contrario: ante cualquier corte incendiaremos las ciudades, más bien… 
Se estima que tal y como vamos antes de fines de este siglo Manhattan será como Venecia, Venecia no será más, y casi todas las playas del mundo habrán desaparecido. Y como las playas son la única valla entre nosotros y los mares, los mares entonces vendrán por nosotros. Nos chupa un huevo, más bien.

El segundo elemento más consumido por el hombre después del agua –el tercero después del aire- es la arena (6). Todo tiene arena. Todo se hace con arena. La ropa, tu casa, los aviones, el vidrio, la pintura, todo. Fuente de silicio, sin arena no serían posibles los celulares, las computadoras, las pantallas líquidas, el presente. Por eso la consumimos tanto, ya sin control, sin conciencia, con alegría, hasta acabarla, hasta que no haya más. Falta poco. Borges diría: es infantil impacientarse.
¿Qué hacer entonces?... ¿Cómo salir de este laberinto techado?...  ¿Detener el consumo y por lo tanto las fábricas, la construcción, dejar de producir, frenar el mundo y hundirse en su debacle?... ¿O seguir como vamos, de cabeza al gran abismo?...
Siempre es triste la verdad, justamente porque no tiene remedio.
Hace mucho que el dilema del hombre es brutal por insoluble: progresar, o sobrevivir.
Por el momento elegimos progresar, y mientras tanto, cada uno de nosotros, cada mañana, encenderá su televisor, la computadora, el celular, su auto, y cada noche, sin falta, arrojará su basura infalible, su mierda sin remedio, imperecedera...  
La verdad es que llegamos demasiado lejos y olvidamos tirar papelitos en el camino. Ya no sabemos bien dónde estamos. Nos perdimos en una jornada de progreso sin retorno. Un viaje de ida. Ja. Quién iba a decirlo, tan orgullosos que estábamos. Ahora es tarde. La gran lucha de los organismos internacionales, de sus mejores científicos y especialistas, se reduce a llorar por detener el deterioro, ni siquiera lo exigen, ni sueñan con revertirlo.
Y el gran enemigo, numeroso, a simple vista invencible, somos nosotros, cada uno de nosotros, cada día, a cada rato… no somos malos, qué va: simplemente no nos importa.
Más que rasgarse las vestiduras, sería mejor donarlas.




Esto también lo hicimos nosotros. 



Fuentes citadas:

(1) Escrito en el agua, Daniel Ares para Miradas al sur, 29-5-14: http://www.miradasalsur.com.ar/archivo/edicion/306/politica








miércoles, 12 de agosto de 2015

DIEZ CONSEJOS PRÁCTICOS PARA LEER LOS DIARIOS, REVISTAS Y AFINES...

DECÁLOGO DEL LECTOR AVIVADO


  1. Antes que los titulares de un medio, lea siempre sus avisos. Si tiene Internet a mano, puede mejor informarse sobre la composición societaria del medio, todo lo cual le dará sin error su orientación política.
  2. Detecte y distinga, así fuera en un rápido giro o adjetivo, la opinión o el vaticinio, de lo que es información concreta.
  3. Ante cada información concreta, intente establecer la fuente de origen, y revise si dicha fuente está de alguna forma asociada o enfrentada –política o económicamente- al medio que habla, o al hecho que se comenta. Si no consigue precisar la fuente, dude de la veracidad de la información.
  4. No fije en su mente como “información”, rumores, suposiciones y/o chismes. Cuando se tope con expresiones como “fuentes allegadas”, “un funcionario cercano a”, o cosas así, considérelas como lo que son: rumores, especulaciones, chismes, etc.
  5. Manténgase atento a cada potencial: habría, diría, sería, podría, etc. La falsa información, la intencionalidad política, lo que en periodismo se llama “pescado podrido”, suele envolverse así.
  6. Separe como la paja del trigo lo que son puras especulaciones subjetivas del autor de la nota, tipo “fulano querría”, “mengano piensa que”, “zutano intentaría”, etc. Nunca olvide que el cronista periodístico no es un narrador omnisciente que habita la mente de sus personajes. Nada que ver.
  7. La objetividad de un medio será siempre imposible, pero su coherencia no. Si saludan en un funcionario la misma actitud que critican en otro, es claro que están haciendo negocios, no periodismo.
  8. Nunca deje de sopesar en sus conclusiones, ante cada cosa que se dice, cuánto se calla con respecto al mismo tema. En los silencios de los medios, muchas veces, queda atrapada la verdad.
  9. Cuando una frase, enfoque o razonamiento se repite sistemáticamente en distintos articulistas de un mismo medio, o de medios asociados, no descarte la posibilidad de una campaña de prensa decidida más arriba, mucho más arriba del autor del artículo.
  10. Mantenga siempre presente el comportamiento histórico de cada medio en los distintos momentos del país. Y recuerde: especialmente en la Argentina, cuanto mayor es la trayectoria, más sospechoso es el medio. Una historia como la nuestra no se atraviesa impunemente.

 * * *

domingo, 26 de julio de 2015

EDITOR DEL MARTIYO PREMIO DE NOVELA

Entre 485 obras, y por unanimidad, Daniel Ares, editor de El Martiyo, resultó ganador del premio Extremo Negro-BAN! 2015, con su novela Mato y olvido. 
Entontecido por la victoria, aquí el autor se desdobla y se saluda, comenta el hecho como si fuera otro, y agradece para disimular, pero agradece de verdad. 

And the winner is…




Otra vez Borges tenía razón: “la victoria entontece a los hombres”. Llevamos días sin saber cómo hacer para informar la noticia desde aquí y no detonar la sintaxis en el intento, felicitándonos a mí mismo pero desde la primera persona del plural como es propio del Martiyo. Sin embargo, como tampoco encontramos la forma de obviarla y no celebrarla, decidimos por lo menos agradecerla, y con esa excusa, ya que está –o estamos, o yo qué sé yo- imprimirla.
Ganadora por unanimidad entre 485 novelas, y frente a ocho finalistas, (todos escritores probados en pista, y cuyas obras –todas-, acabaron recomendadas para su publicación); Mato y olvido, de Daniel Ares, se alzó así con uno de los premios más ansiados del género en la Argentina: el Extremo Negro-BAN 2015. Como no agradecer, y por consiguiente, ¿felicitárnoslo?...
Primero que nada, mucho agradecemos a los jurados de preselección, Mónica Ploese, Diana Gamarnik, Mónica Piacentini y Carlos Santos Sáez. Luego, entonces, al jurado final: Carlos Santos Saez –editor y director de la editorial Del Nuevo Extremo-, y los escritores Sancia Kawamichi y Eduardo Goldman.
Pero si el premio es en sí valioso, en esta edición redobló su importancia a partir de los otros ocho finalistas: Laura Massolo, Mercedes Rosende, Alfredo Pérez, Nicolás Ferraro, Pablo Lerman, Jorge Horacio Márquez, Alejandro Soifer, y Juan Pablo Goñi Capurro. A todos ellos, también, muchas gracias.

En cuanto a la obra ganadora, dijeron los jurados:
“Mato y olvido es la novela del crimen perfecto, y también es la novela sobre lo peor del poder político, sobre lo peor del poder judicial, sobre lo peor de la policía y, más que nada, sobre el aberrante secuaz de todos ellos: el periodismo.”
“Está maravillosamente escrita, hay que agradecerle a la prosa de Daniel Ares que nos rescate de semejante asfixia.”
“Catamarca, un infierno encantador para un crimen perfecto, el escenario donde Daniel Ares construye la gran novela argentina del siglo XXI.”

Y apunta una gacetilla que ya rueda por ahí:
"De arranque el propio autor avisa: “Esta novela no es una mentira, pero es una ficción. El lugar donde transcurre no existe. Los personajes que la protagonizan, tampoco. La historia también es ficticia. Sin embargo el lector no deberá sorprenderse si encuentra semejanzas o coincidencias con algunos casos o personas reales que en su momento tomaron estado público o no. Es posible”.
Y sí. Al leer Mato y olvido resulta inevitable pensar en Catamarca y en el asesinato de María Soledad Morales. Pero también en otros lugares y otros crímenes donde se conjugan y colisionan la pasión de los cuerpos, las codicias humanas, el poder político entretejido con el narcotráfico, la culpa de todos, la inocencia de nadie, y detonando tanto prodigio, la voracidad de los grandes medios, que en nombre de la verdad, así mienten como ocultan, y así matan como olvidan.
Con una prosa coloquial, ágil, no exenta de humor ni de hondura, Mato y olvido cuenta la historia del asesinato de Paula Santos, una adolescente vecina de una pequeña y serena ciudad del noroeste argentino, que rápido sacude al país entero y convoca por lo tanto a toda la prensa nacional. O viceversa.
El caso es que allí va también, enviado por una de las revistas más exitosas del momento, Miguel Nogueira –protagonista de La curva de la risa y Banderas en los balcones-, que así, muy a su pesar y sin un peso, vuelve al “periodismo industrial”, y ve en el Caso Santos, su gran oportunidad. No sabe el infierno que le espera… y que a la vez desata.
Daniel Ares es escritor y periodista, nació en Buenos Aires en 1956. Además de las novelas mencionadas, publicó Popper, la Patagonia del oro (traducida al alemán y al griego); Historias de escritores (no ficción); Josefina, atrapada por la pasión, y El asesino entre el centeno. Como periodista, se inició en 1980 y trabajó para casi todas las grandes editoriales del circuito del “periodismo industrial”.
En el verano de 1991, Daniel Ares fue enviado a Catamarca por una revista de circulación nacional para cubrir los sucesos del caso María Soledad Morales. En aquellos hechos se basó libremente para componer esta novela, que es una ficción, pero no es una mentira”.

Mato y olvido estará en las librerías argentinas en la primavera, publicada por la editorial Del Nuevo Extremo.
Nosotros, desde aquí, desdoblados, y por lo tanto confundidos, agradecemos y nos saludamos, celebramos y nos celebramos, entontecidos por la victoria, es cierto, pero contentos… ¿está mal?...

* * *

domingo, 5 de julio de 2015

COPA AMÉRICA: MESSI, Y EL MITO DE LA ETERNA PROMESA...

Conductor que no conduce, capitán que no manda, goleador que no la mete, el superastro del Barcelona, viste la argentina y se esfuma, suma frustraciones, y el tiempo pasa.
¿Hasta cuándo hay que esperarlo? ¿Por qué usarlo de motor si no se enciende? ¿De qué sirve el mejor jugador del mundo si no sirve? ¿O no es sólo él y se trata de otra generación estelar de promesas eternas? 
Preguntas y más preguntas para una selección sin respuestas.



VENCEDORES VENCIDOS

Foto: Sebastian Rodeiro




Si un día allá en los inicios de este blog inauguramos esta sección, fue basados en la importancia que reconocemos en la Selección como símbolo patrio de unificación nacional casi absoluto, y casi único. Y si aún así hace ya bastante dejamos de actualizarla, si ni siquiera comentamos un solo partido del Mundial de Brasil, ni la final tampoco, fue –es- porque nos hartamos de estos pibes. De esta generación de superestrellas como nunca se vio, y sin embargo...
Messi, Mascherano, Higuaín, Agüero, Lavezzi, Di María, Tevez, hombres que literalmente valen mucho más que su propio peso en oro, jugadores del más alto nivel internacional, campeones de Europa y balones de oro, todos golden boys -“millonarios prematuros”, diría Bielza-, estrellas superestrellas, y sin embargo…
Otra copa América que no consiguen conseguir, otra final perdida, otro título que no fue. Otra vez sopa.
Exceptuando como confirmación de la regla el partido contra Paraguay, Argentina, igual que en Brasil, llegó a esta final con lo justo, cuando no por penales. El golcito mínimo, vital y móvil, y luego el carroussel de la nada, gira que te gira sin profundidad, más que esporádicas llegadas que se rematan mal. Caso Higuain ayer y en la final con Alemania, caso Palacios, caso Messi contra Alemania, y contra Colombia la semana pasada. Siempre algo falla, menos el golcito suficiente. Así se llega. Un 6 a 1 no hace verano.
Ayer, desde el vestuario perdedor, pronto se disparaban los twits que informaban una agarrada a golpes entre Mascherano y Banegas, que Messi tuvo que contener. Y después que Messi y Martino habían discutido. Y los rumores nuevos de la renuncia de Mascherano, y los rumores renovados de la renuncia del propio Messi. Y las preguntas, las dudas, las infidencias y las suposiciones. Los trapos sucios de la derrota.
¿Por qué Tevez no jugó más que unos minutos? ¿para qué lo llevó, entonces? ¿por qué, en cambio, se insiste con Higuaín, y con el esforzado Lavezzi, que sigue sin aportar más que eso, esfuerzo? ¿Y así que la bronca con Tevez es de Mascherano y no de Messi? ¿Entonces Mascherano manda más que Messi, y los dos más que Martino?...
Bah.
El Martiyo, sin tantas vueltas, prefiere mejor preguntarse: ¿es de verdad impensable una Selección sin Messi, habida cuenta de una ya extensa campaña sin pena ni gloria ni demasiados goles tampoco? (Cinco en tres mundiales, y uno solo -y de penal-, en esta Copa América).
Más que impensable su ausencia, nos preguntamos: ¿es imprescindible su presencia?...
Basta mirar su campaña en el Barcelona, para decir que sí. Basta mirar su campaña en la Selección para decir que no.
Es justo que Messi se haya ganado su titularidad en la Selección gracias a su fútbol en el Barcelona. Pero sería necesario que la mantenga por su fútbol en la Selección.
Hubo una vez –hace ya demasiado tiempo-, que la Selección Argentina se armó especialmente para un solo hombre. Pero ese hombre la llevó a dos finales del mundo, ganó una con autoridad, y la otra, ahora se sabe, se la robaron los machos de la FIFA, hoy presidiarios o prófugos.
Armar un equipo para un solo jugador, significa eso: que el equipo dependerá de ese jugador, que será el motor de su fútbol. Por eso ese jugador debe ser un hombre de temple, estable, y convencido de su cargo. En los 90 minutos durante los cuales debe conducir al equipo, no puede distraerse, no puede ausentarse, no importa si su familia debe abandonar la platea, o si sus padres discuten, o si vomita no sabe por qué. Mucho menos en una final.
Lionel Messi desapareció de las últimas dos finales, la mundial, y la continental. Se borró. Contra Alemania en el Maracaná se perdió un gol de esos que en el Barcelona hace con los ojos vendados, y ayer apareció un minuto antes del final, y eso fue todo. Metió su penal, claro. Bueno sería…
Si Messi no disfruta la Selección Argentina, si no consigue ser encendido por esa camiseta, ni aún con la banda de capitán, si otra vez está pensando en renunciar a lo que ningún argentino renunciaría –exceptuando al también extraño Fernando Redondo-, entonces quizá sea mejor para todos que lo piense bien.
Esto que puede parecer un disparate, deja de serlo a la luz de los hechos, y sobre todo, de los resultados. El universo de elogios mediáticos que envuelve a Messi como un manto imperial, no pesa, evidentemente, en la Selección Argentina.
Ayer se cumplieron 22 años sin títulos para la mentada mejor selección del mundo.
Y otra vez, ayer, el mejor jugador del mundo -y del último mundial- asistiendo al festejo ajeno con esa cara sin gesto que ya empieza a parecer el rostro argentino de la derrota.
Cualquiera quiere a Messi en su equipo.
Pero si juega.


* * *

sábado, 4 de julio de 2015

EUROPA EN GUERRA: AHORA MANDA GRECIA...



Con el crédito que nos da haber anticipado hace tanto y en detalle el presente que hoy anuncian como noticia los diarios, El Martiyo reflexiona sobre el momento actual de Grecia y la Europa franco-alemana, de pronto en sus manos. El domingo el pueblo griego decidirá si Europa continúa... o tal y como advertimos siempre: se termina otra vez.


ESCLAVO Y AMO 

OXI (oji): NO.





“Seamos libres, y lo demás no importa nada”.
José de San Martín.



Todo lo que ahora sucede en Grecia -y por lo tanto en Europa (o viceversa)-, no es noticia para El Martiyo, sino apenas la confirmación fáctica de antiguos anuncios que en un juego de imaginación presentamos oportunamente como visiones o profecías, pero que eran puro análisis. Periodismo de anticipación, técnicamente hablando. Un género asaz riesgoso, porque si luego los hechos no refrendan las palabras, el profeta, como si fuera fulminado, queda reducido a un charlatán. Pero no fue éste el caso.
Basta revisar nuestra sección Europa en Guerra para comprobar que avisamos hace muchos años la actual crisis a punto de empezar –porque hasta ahora nada más estiraron el prólogo como una agonía-; el inminente referéndum griego -que ya en noviembre de 2011 proponía Georgos Papandreu y que entonces El Martiyo saludaba con entusiasmo (ver Juegos de guerra)-; la evidencia ya innegable de la (des)Unión Europea, “esa patria grande cosida de apuro con países que nunca se quisieron, que siempre se pelearon”; la codicia de los grandes bancos que un día reemplazaron a los políticos europeos por exgerentes propios nunca del todo exs; y puntualmente advertimos la importancia de aquel principio de resistencia del pueblo griego cuando le gritaba su OXI (NO) a las políticas de ajuste ya el 1 de julio de 2011, frente al Parlamento en la plaza Sintagma, mientras adentro y a sus espaldas sus legítimos representantes decían que SI. (Simplemente No)
Todo lo anunciamos, paso a paso, en detalle. No somos adivinos, proyectamos sin pasiones, sin engaños, la Argentina de la convertibilidad sobre la Europa del euro, y la multiplicamos a escala continental, con el agravante insoslayable que recién hoy parecen considerar los grandes habladores de Europa: la temeraria renuncia de todos esos países a su soberanía monetaria. Todo lo anunciamos.
Con esas credenciales de anticipación, nos permitimos ahora estas reflexiones, cuyo valor profético, precisará la historia una vez más.
Por fin los griegos se encuentran, diría Borges, con su destino sudamericano. El estado de colonia, y/o, semicolonia, que ahora deberán enfrentar. Curiosamente, ellos –como los otros países de la zona del euro-, no fueron conquistados, o invadidos militarmente (aún), ni nada por el estilo, no hizo falta: solitos sin que los empujen, incluso alegremente, entregaron sus soberanías en nombre del sueño alocado de una integración continental, tan luego entre países siempre –o casi siempre- en guerra, y por lo tanto, plenos de resentimientos ancestrales, hoy evidentemente insolubles.
Baste como ejemplo la rápida oposición de los sometidos España y Portugal cuando Grecia pidió una quita para su deuda… ¿Alguien imagina a Venezuela y Brasil o Ecuador y Bolivia haciendo lo mismo cuando Argentina consiguió su quita? Ahí la unión europea, que sus difusores pretenden con mayúsculas.
Pero todo eso es pasado. Todo eso ya terminó. Grecia está a punto de estallar, y con ella, por simpatía, la eurozona.
La mitad de los griegos teme una posible la salida del euro, la otra mitad quiere salir. Grecia tiembla, se divide y resquebraja. Pero más tiembla el resto de la eurozona. Sus banqueros, sus bancos.
Grecia parece contra las cuerdas, obligada a elegir entre la silla eléctrica y la horca. Aceptar las imposiciones de la troika –la llamen como la llamen- supone entregar toda forma de independencia, además de los bienes y recursos del estado y sus ciudadanos, condenados entonces a incontables generaciones de pagar y pagar. Pero abandonar el euro es adentrarse en la niebla de un destino incierto. Ni el sueño de un romance con Putin, ni mucho menos con China, serán así nomás tolerados por sus socios de la OTAN. De arranque no será perdonado el mal ejemplo de Alexis Tsipras y su extraña nación, capaz de contagiar al resto de las colonias francoalemanas de la Europa Occidental. En síntesis, si dejan el euro, los griegos serán duramente castigados por sus soberanas ínfulas. Sin grandes recursos naturales, sin industria desarrollada ni siquiera en los días dorados del euro –porque dilapidaron la guita en fastuosas olimpíadas y otros delirios (que tampoco lo olviden)-; sin fuerza militar propia –porque los fierros son de la OTAN-; sin más ganadería que las cabras que a duras penas abastecen sus propias pascuas, ni más agricultura que la que les permite su estrecho territorio escarpado y su suelo volcánico; y abandonados del todo por sus socios convertidos de pronto en acreedores rabiosos, los griegos no la tienen fácil, no. Pero más difícil la tendrá entonces la Europa que hoy los somete.
De arranque, si Grecia sale del euro, el euro ya no será el euro. Y si la salida redunda en una recuperación de la economía helena –esto es: si apenas mitiga la negrura actual-, España, Italia, Portugal, Irlanda, y siguen las firmas, harán cola para rajarse. Y entonces antes o después Alemania y Francia quedarán solas de nuevo, cara a cara, repletas otra vez de mutuos reproches. De hecho, ya comenzaron.
Si Grecia sale del euro el sueño de la moneda única habrá reventado como la pompa política que en esencia es, y el resto será sólo inercia, la respiración artificial de los grandes especuladores con sus grandes medios de prensa, sus repetidores políticos y sociales, y el eco a su vez de sus voces... Pero sólo eso, retumbos e inercia de una bola de nieve que arrastrará en su caída muchos otros sueños. La unión continental, el estado de bienestar, la sociedad multicultural, la hermandad entre esas naciones, y por consiguiente, la paz entre ellas. Europa la tendrá bien más difícil.  
De momento, caen las bolsas, el mañana es incierto, y el euro sangra. Por ahora sólo gotea, pero si esa herida sigue abierta y se abre más...
Ahora todo lo que importa, para Alemania, es sacarse de encima a Tsipras y su bando de loquitos desubicados que no se toman en serio la tremenda ingeniería financiera diseñada durante tanto tiempo para esta emboscada final. El plan de los grandes bancos –los mismos que les enseñaron a los griegos a dibujar sus balances- era éste: prestar diez para cobrar cincuenta o quedarse con todo. Pero en esta hegeliana fenomenología del amo y el esclavo, de pronto la superviviencia de Alemania y de toda su Europa bancaria, quedó en manos del pueblo griego, que mañana decidirá la suerte de Europa y sus banqueros, si continúa, o se termina.
Si acepta la sumisión, o si será libre.
Lo demás no importa nada.



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