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sábado, 6 de abril de 2013

INUNDACIONES: LAS MARCAS DEL AGUA...



Baja el agua y aparecen los vestigios materiales, sentimentales y morales de un desastre que también desnudó comportamientos, actitudes, seres. Estadistas, periodistas, empresarios y pueblo. Todos nos vimos las caras. Cristina en Tolosa, y Macri en Trancoso; Larroque versus Miceli, y Clarín contra las Abuelas. Nadie volverá de estos días.

LAS MARCAS DEL AGUA




El peronismo nació así, cuando hizo falta, cuando fue urgente, de la tragedia, del dolor, de la necesidad; fue la respuesta a la desesperación, al abandono, a la angustia; y tomó toda su fuerza de ese pueblo entero, de los muchos que precisaban ayuda, y de los muchísimos más que precisaban darla. Fue en San Juan, el 15 de enero de 1944. Su parto un terremoto.
CFK lo sabe, y lo recuerda. Por eso no demoró en hundir los pies en el barro de su Tolosa natal, en disponer la ayuda, y organizarla. Armonizar pueblo y estado con un solo objetivo: los necesitados. Estuvo a la altura de las circunstancias, otra vez.
Y esto no es una opinión, es un hecho. Lo prueban las inmediatas medidas dispuestas, la acción de la gente, de las organizaciones políticas, sociales y religiosas; y sobre todo, el silencio del enemigo: Clarín, y La Nazión.
En un primer momento soñaron con un alzamiento popular fogoneando por todos sus medios la “ausencia del estado” –cuya presencia combaten hace años-, sin mencionar siquiera a qué estado se referían. La idea era un nuevo 2001, y que se vayan todos… si la furia se lo llevaba puesto a Macri, tanto daba. Fabricarían otro. Desde que abandonaron el periodismo, la manufacturación de monigotes presidenciables es la especialidad de la casa.
Pero la ilusión no duró nada.
La presidenta marcó presencia, organizó la ayuda, dispuso a los suyos, inspiró a los otros, duplicó asignaciones, pensiones y jubilaciones, habilitó nuevas líneas de crédito... No estaba tomando sol en Brasil, estaba allí, donde había que estar. Daba soluciones, consuelo y ejemplo. Macri a esa hora daba explicaciones, y repartía culpas.
Mientras tanto los medios del miedo, en pleno desastre, entre miles de afectados, ya con muertos, y aún con desaparecidos, se demoraban en un grupo de infaltables que putearon a Scioli y a Alicia Kirchner, porque también estaban allí.
En su hora más cruda, Clarín incluso acabó relamiéndose con la “desaparición bajo el agua” de una abuela de plaza de Mayo. De terror.
Por momentos Clarín se hunde con tanta decisión, que a veces pareciera que lo maneja Guillermo Moreno.
La cosa es que la presidenta allí, el estado presente y resolviendo, y la gente con más ganas de ayudar a los inundados que a Magnetto; desbarataron enseguida sus horribles planes.  
Perdidos, vaciós, en un patético intento final por ensuciarlo todo sin aportar nunca nada, inflaron hasta el escándalo un episodio insignificante en términos históricos, e incluso políticos: el cruce entre el diputado Andrés Larroque con el periodista de la TV Pública Juan Miceli, que a la hora de dar, preguntaba por la camiseta del que daba. Allí nomás Larroque lo invitó a dar, pero Miceli prefirió irse a charlar con su amigo Nelson Castro, que tampoco repartía nada. En fin.
Al cabo de días interminables de conmoción nacional –que siguen sin terminar-; ante el magnífico espectáculo de un pueblo solidario que se organiza y da; frente a un estado que respondió inmediatamente, y una presidenta con reflejos de madre; el enemigo todo lo que tiene, como vemos, es nada.
Una polémica menor, insustancial, intrascendente.
Chismes que se susurran en un velorio ajeno.
Miserias del que no siente.
Muy por encima de ellos –tal y como demostraron las últimas presidenciales y estas inundaciones- un pueblo entero se eleva y los olvida.
Hay mucho por hacer.


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