////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

lunes, 22 de abril de 2013

ECOS DEL 18: ¿LA NUEVA UNIÓN DEMOCRÁTICA, O EL REGRESO DE TELECÓMICOS?...



Hermes Binner, Mauricio Macri, Pino Solanas, Hugo Moyano, Elisa Carrió, Patricia Bullrich, Raúl Castells, Ricardo Alfonsin, Victoria Donda y Cecilia Pando, entre otros –tan  iguales o parecidos como distintos- conforman lo que ligeramente suele llamarse la oposición, y que son, en realidad, la suma de varias, muchas, miles de oposiciones. Tantas como individuos la componen. Un fenómeno similar al manojo de nieve, hecho de cristales todos parecidos y ninguno igual, y que aún amalgamados, y compactados, una vez arrojados contra el muro de la verdad de las urnas, revientan como bolas.



EL VACÍO DE LAS CACEROLAS




Otra vez ruidosa, dispersa, hueca y mostrenca, numérica y políticamente inestimable, la tan anunciada y fogoneada marcha del 18-A, pasó, y sin sorpresas para nadie, el 19-A el sol volvió a salir por el lugar de siempre. Ni el gobierno cambiaba su rumbo, ni era alumbrada ninguna nueva esperanza de oposición en serio.
Alrededor de algunos eslóganes –que los medios que los crearon llamaban “consignas”-durante un par de horas los manifestantes caminaron sin rumbo, sin líderes, sin propuestas, sin respuestas, vomitaron su odio, su fracaso, sus miedos, sus resentimientos y su confusión; intentaron romper el Congreso; les pegaron a los periodistas que no les gustaban; quisieron linchar un pibe del Pro pensando que era de La Cámpora; y sin traer ni llevarse ni dejar nada de nada, vencedores de una batalla sin adversarios, doblaron sus cartelitos y se volvieron a sus casas. Y aquí no pasó nada.
Tan claro quedó tácitamente para todos, que temprano el 19, sin esperar ninguna repercusión, los medios del miedo echaron a repetir una endeble teoría sobre un impreciso silencio oficial debido al supuesto tremendo impacto de la marcha. Silencio que tampoco pudo evidenciarse, entre otras cosas, porque era “temprano el 19”. Pero por supuesto, la verdad no les impidió seguir con la mentira.
En su confusión no se entiende qué esperaban, acaso que todo el periodismo monolíticamente repitiera sus improbables estimaciones; porque de hecho funcionarios y políticos del oficialismo desfilaron por todas las radios y los canales opinando sobre la marcha, y Página 12 y El Argentino –por dar sólo dos ejemplos de medios oficialistas-, le dedicaron buena parte de sus ediciones del viernes, y el tema todavía los ocupa. ¿Qué esperaban? Bien lo dice uno de nuestros aforismos: no hay peor sordo que el que no para de hablar.
El Martiyo, en cambio, sí calló. No supimos qué decir, o mejor dicho… nos aburría repetirnos. Tan parecida esta marcha a la del 13S y la del 8N, que todo lo que podíamos decir, ya lo habíamos dicho, incluso que ya todo lo que podíamos decir lo habíamos dicho mucho antes de la primera marcha, en junio del 2012, en nuestro post Como abrazado a un rencor, cuando los primeros brotes caceroleros… Más aún: ya el 19-A todo lo que oíamos y leíamos, de un lado y del otro, nos sonaba a cosa ya leída, ya oída. Todo. El tema del día traía el tufo rancio de la noticia vieja. Nada nuevo había sucedido, nada nuevo podía decirse.
Acaso la única novedad fuera la presencia de algunos políticos del “arco opositor” –como les gusta llamarse a los extras de TN-, resabios de la terrible Alianza, vestigios radicales, reaccionarios pro, travestis ideológicos, caras que después de mucho se animaron a poner la cara, y ni siquiera todos.
Sus asesores además del propio miedo le aconsejaron a Mauricio Macri que apoye la protesta todo lo que quiera, pero que se quede en su casa o se vuelva a Trancoso. La mayoría de los manifestantes venía tan luego de Belgrano, Palermo, Nuñez, y toda la inundación.
En cambio Elisa Carrió, lider natural del uno por ciento del electorado –nunca lo olvidemos-, se ganó algún aplauso –ninguna ovación -, y hasta se llevó la visión de un cartelito que le pedía perdón por haberla considerado loca. El portador, sin embargo, no era psiquiatra.
Jorge Lanata –el rival de Rial- también fue aplaudido por ahí, por supuesto (para eso pasó). Pero no firmó autógrafos, ni se mezcló con la gente. Más ancho que nunca, se expandía dentro de un auto saludando como el Papa.
Infaltable Patricia Bullrich, a la mañana siguiente diría desde La Nación “la protesta la articulé yo”, para desmentirlo y pedir disculpas apenas esa misma tarde a través de un comunicado y en una nueva y rápida demostración de su atlética flexibilidad moral.
Un enclenque Raúl Strassera –que en tiempos de democracia perseguía a los mismos militares que en tiempos de dictadura obedecía-, advirtió enérgico que “así, en democracia, comenzó Hitler”. Muy enclenque, subrayamos. Sin embargo a su lado asentía Ricardito Alfonsín como un perrito de luneta con los bigotes del padre.
Esperanzados aunque aturdidos, muchos soñaban con la unión en un frente único de Binner con Macri, y Solanas y Pinedo, y la Donda y la Pando, y la Carrió y la Rural, y la Bullrich más Lanata y we are the world más allá de todas las diferencias y los enfrentamientos, de la falta de programas, de ideas y proyectos… como esos cristales de nieve que después revientan como bolas. La gente soñaba, cómo no.
Y se expresaba. Aquí y allá cobraban algunos periodistas –todos de medios oficialistas, que nadie se asuste-; otros en cambio intentaban invadir el Congreso cuando confundieron a un pibe del Pro con uno de La Cámpora (por eso son tan importantes las pecheras), y no lo lincharon porque tuvo buenas piernas para correr, junto a un par de vigilantes que corrían más que el pibe. El pibe gritaba que era del Pro, y que sólo trató de evitar un desmán… pero la turba no quiso escuchar razones. El odio enceguece, es entendible.
Inestimable de tan dispersa, sabido era que al día siguiente unos hablarían de millones absolutos, y otros de unos cuantos miles relativos. Para que nadie se ofenda, digamos aquí que estaban allí los que no ganaron en las urnas a fuerza propuestas, y ahora quieren imponerse arruinando sus cacerolas. (Si tuvieran una sola, lo pensarían dos veces).
Cuando por fin se volvieron a sus casas, los canales participantes retomaron a sus programaciones habituales, y aquí no ha pasado nada.
El 19 el sol apareció por el lugar de siempre, hizo el camino de todos los días, y no alumbró nada nuevo debajo. No había un nuevo líder, ni un partido nuevo, ni un proyecto mejor, ni siquiera peor, ninguna alternativa, ningún programa de gobierno, ninguna idea, ninguna respuesta a ningún problema. Nada.
Apenas acaso las calles más sucias, y los medios que recogían los mismos ecos oídos después del 13-S, y del 8-N… sólo que ya más lejanos, más tenues, más cansados… acaso más aburridos de repetirse a sí mismos otra vez y otra vez, y otra, y van…
Desesperados al ver que la bomba arrojada no hacía ni pif, el Grupo Clarín-La Nazión echó a rodar entonces la simpática teoría del sugestivo silencio oficial.
Como esos cómicos vencidos que acusan al público de insensible, y llevan décadas contando el mismo chiste.


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