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domingo, 17 de julio de 2011

COPA AMÉRICA: EL CIELO PUEDE ESPERAR.



Ayer en Santa Fe Uruguay contra Argentina demostró que tampoco en el arte del fútbol dos por dos son siempre cuatro, ni once más que diez; y que no basta sumar unas cuantas estrellas para tener una buena noche. 
Mucho menos si quedás afuera, en invierno, y a la intemperie.

EL CIELO PUEDE ESPERAR



 “Como caen los dioses en el suelo del destino”.
Fernando Pessoa.


Se precisa mucha suerte para que termine bien lo que viene mal, y anoche la Selección no tuvo tanta. Tuvo la suficiente como para quedar con un hombre más la mitad del partido y así rascar otro empate hasta la prolongación, y después bueno, ya diez contra diez, ya de igual a igual tuvo la suficiente suerte como para llegar a los penales… cuando la suerte se terminó, y lo que venía mal, terminó mal, claro.
Veníamos mal desde que perdimos 5 a 0 contra Colombia en el Monumental por las eliminatorias para el mundial de Estados Unidos. Eso fue en 1993, poco antes habíamos ganado la Copa América, y de pronto la noche.
El sol no salió nunca más.
Asomaba de a ratos, pero se iba enseguida y no volvía...
En Estados Unidos al final le cortaron las piernas al Diego, y el invierno se volvió interminable, como la noche.
Reducidos al divino tesoro de la juventud, ganamos dos medallas olímpicas y algunos sub, y nos sentamos a esperar que esos chicos madurásen para mostrarle al mundo el fútbol del que éramos capaces. Pero el largo invierno y su noche marchitaron esas flores sin abrir.
¿Para qué hacer historia? Los buenos recuerdos quedaron ya muy lejos. Anoche la selección Argentina culminó una campaña que no defraudó en absoluto porque no esperábamos otra cosa, según anunciamos. (Ver la sección Selecciónacional).
Nos fuimos de la copa sin ganarle a nadie. (No hay error, no olvidamos a Costa Rica). A nadie.
El técnico anticipó que iba a jugar como el Barcelona, pero no, ja, nada que ver, más bien.
De arranque se trajo sólo tres jugadores del Barcelona, no los once. Y para peor, uno de ellos no juega nunca (Milito), otro acá no juega nunca (Messi), y otro que allá juega de zaguero, y que él acá insiste en poner de mediocampista (Mascherano). Total: ningún Barcelona.
Allí comenzó ya la confusión, porque al no jugar como el Barcelona, mientras el técnico dice jugar como el Barcelona, ni los jugadores entienden a qué se juega entonces. Y luego en la cancha, por fin se advierte que a nada.
Pero el horrible Céline otra vez tiene razón: “esto surge de las profundidades y ha llegado”.
Resultados aparte (ya de por sí resultados son consecuencias), la Selección Argentina carece de estilo, y por lo tanto de rumbo, porque sufre en el tiempo una falta de liderazgo interno que se inició cuando Pasarella dejó la conducción técnica; que tuvo hace poco un breve respiro cuando la tomó Maradona, y que sigue sin resolverse y así nos va.
No podemos probar que Batista haya sido puesto ahí apenas para limpiar todo rastro de Maradona, pero así parece desde que llegó, así pareció a intentar (descartando a Tevez y Aguero), y eso consiguió desbaratar de una vez por todas cuando incoherente los incluyó de vuelta lastimando sólo Dios sabe cuántas sensibilidades de tantas grandes figuras, que de tan grandes parecieran no caber en el mismo equipo…
Como un reflejo clave de un pueblo que no acaba de encontrarse, excelsas individualidades inconexas diseñan sin embargo un fracaso compacto.
Messi es apenas un fantasma del Messi que nos cuentan, Mascherano se hace echar completamente al pedo, Burdisso no marca más que a Messi, Higuaín le apunta al arquero, Tevez le pega como yo, y Batista dice jugar como el Barcelona… Uno para uno y nadie para todos en nombre de cualquier cosa.  
Anoche la Selección Uruguaya mostró lo que vale un equipo de diez contra once que pueden ser los mejores del mundo, pero no un equipo. Con garra charrúa, sí, pero también con fútbol, con orden, con esfuerzo y mancomunados, nos dejaron afuera de nuestra propia casa, en plena noche, y bajo este invierno interminable.
Ahora vienen las eliminatorias.
Ojalá el cielo nos espere.

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