////// Año XVIº /// Editor Anónimo: Daniel Ares /// "Prefiero ser martillo que yunque", Julio Popper ///

viernes, 24 de diciembre de 2010

PREMIO MANCO DE LEPANTO PARA ESCRITORES SIN MANOS: 2º participante...

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CONCURSO LITERARIO

“EL MARTILLO EN LOS DEDOS”


PREMIO MANCO DE LEPANTO
PARA ESCRITORES SIN MANOS



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“Estos muchachos tienen un problema: no les gusta escribir”.
Charles Bukowski, "Pulp".
(a propósito de los periodistas del The Yorker y en boca de un ficticio Céline).




Hay algo mucho peor que un redactor que escribe mal: un redactor que escribe mal, y se cree que escribe bien. Entonces mejor prepararse para un festival de fuegos de artificios de esos que terminan en tragedia, porque explotan en tu cabeza.
Es propio del hombre sin lecturas, a la hora de escribir, pretender estilo con largas frases recargadas y retorcidas hasta lo incomprensible, en tanto recurre a metáforas obvias, cuando no forzadas o simplemente infelices, y aferrado a ellas, muchas veces, hundirse  en el agua de su propio texto hasta que ya ni ellos mismos se acuerdan de què hablaban.
Salvo esperanzadoras excepciones, el periodismo argentino está muy mal escrito, y esto no es una paranoia del Martillo, sino un disgusto cotidiano.
Es posible que nada más estemos ante el ya irremediable efecto de una causa muy anterior y más honda que se nos fue de las manos hace mucho, sí, es posible.
Y es un hecho del cual damos absoluta fe, que hace años que las políticas de ajuste de las grandes empresas periodísticas se reducen a congelar sueldos y recortar personal, como aquél fabricante de empanadas que para bajar los costos cambió la carne de relleno por aserrín....  y es una consecuencia lógica, por lo tanto. que tales políticas hayan obligado finalmente a poner aprendices donde antes había profesionales, así como quien reemplaza médicos con paramédicos provocando como consecuencia la lógica extinción de los pacientes, que vendrían a ser, en este caso, los lectores… quiene así perdieron su paciencia.
Pero más allá de cualquier causa probable, posible y concreta, los resultados no se alteran: los redactores periodísticos argentinos –en su gran mayoría-, escriben cada vez peor.
Y en cada línea olvidan que los lectores no precisamos ser literatos para que se nos rayen los oídos al leerlos, así como nadie precisa ser El Noble Repulgue para advertir que una empanada está rellena de aserrín.
Los diarios –los diarios y las revistas, en papel y virtuales-, ya no se pueden leer, y por eso, de hecho, ya no se leen, sino más bien se descifran... se disecan.
La información esencial de cada artículo aparece enmarañada en un tejido de frases superfluas, carentes de toda funcionalidad en la composición del relato, y encima aburridas por previsibles, por mil veces leídas, más allá de una incierta originalidad en disloques sintácticos y otras fracturas gramaticales siempre difíciles de recomponer para el fatigado lector… Y así, claro, los pocos datos del artículo que de verdad importan, hay que saber arrancarlos como si fueran pequeñas frutas de una planta muy espinosa, con mucho cuidado de no clavarse un verbo en un dedo, un adjetivo en un ojo…
¿De qué sirve la libertad de expresión si no se entiende lo que decimos?, nos preguntamos en un grito...
Y ojo que no estamos pidiendo “panorámicos lienzos”, como rechinaba Arlt, en absoluto,  no, al contario, muchachos, nada más queremos frases simples, cortas, que ustedes puedan manejar sin tropezarse, así nosotros podemos entenderlas sin sufrir… Déjense de joder con  la literatura, che (si ustedes no leen ni lo que ustedes mismos escriben); y sobre todo eso: ¡lean algo!, pero algo más que el último libro del nuevo escándalo … y no para aprender –que si no les gusta escribir, para qué quieren aprender- pero sí por lo menos para darse cuenta de que no saben… porque peor que ignorar algo, es ignorar que se lo ignora… muchachos..
En defensa entonces de la lectura nuestra de cada día, bajo el lema El martillo en los dedos, y en el marco del concurso PREMIO MANCO DE LEPANTO PARA ESCRITORES SIN MANOS (ver bases y condiciones aquí),  a fin de actualizar lo que Clarín creyó destruír -y tan sólo retrasó-, volvemos a presentar aquí al segundo de los tres participantes inscriptos hasta ahora, y ya en breve también al tercero. 


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También éste, de nombre Diego Geddes, está empleado en el diario Clarín, quien a propósito de la primera pareja homosexual en pedir turno para casarse apenas aprobada dicha ley en el senado, comienza su artículo así



“Querés que te lleve? No, dejá, me tomo un taxi. Pero te llevo, no tengo nada que hacer, ¿cuánto vas a tardar? Y no sé, un poco... bah, no sé. Bueno, andá y te espero en casa, porque me parece que vas a tardar mucho. Sí, sí, dejá, esperame en casa mejor”.
Son apenas 30 segundos en donde el mundo que los rodea pasa a segundo plano. Es una pareja que en un diálogo cotidiano muestra lo que son la comprensión, el desencuentro, el amor, el entendimiento y la confianza. Mientras Ernesto Larrese (60, actor) y Alejandro Vanelli (61, uno de los representantes de artistas más importantes del país) deciden cómo va a ser el futuro inmediato de sus vidas, los que presenciamos la escena comprendemos el pasado, el presente y el futuro de estas dos personas que llevan 34 años juntas y que ayer fueron la primera pareja en pedir fecha en un Registro Civil porteño para casarse, con el matrimonio gay legalizado”.
(Diego Geddes, Diario Clarín, 17 de julio, “Un actor y su representante, los primeros en pedir turno tras la ley”).


Apreciación:

Dejamos pasar el largo título –que parece más largo porque se deshilacha hacia el final, haciendo casi innecesario todo el resto-; preferimos reparar en el comienzo de la nota, pues allí suele aconsejarse, técnicamente, concentrar en un mínimo de palabras toda la fuerza de los hechos, para así captar al lector sin dilaciones. Geddes innova, sin embargo. Lejos de captar al lector, revolucionario, lo espanta. De arranque nomás suelta un monologo insustancial, inconexo, desgraciado, breve y que, sin embargo, apenas empieza ya nos resulta interminable, Pero así, acaso, oscuro más que intrigante, el autor intenta excitar desde un principio la imaginación del lector, sin conseguirlo. Luego sí, agotado ya el lector, la intriga se resuelve: ¡no era nada!. Ya todos hartos, sin más ganas de una línea más, allí por fin entendemos más o menos de qué se trata: es exactamente lo mismo que dice el título, pero con muchísimas más palabras de las necesarias. Tantas palabras revolea por el aire el autor en su inocencia, que rápido nos recuerda al tierno infante que despedaza jugando miles y miles de billetes de cien dólares porque no sabe qué son. 
Y referimos apenas el primer párrafo.
Desuès la nota sigue.
Los lectores ya no.


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¡EL MARTILLO EN LOS DEDOS!

¡Por la salud de nuestros hijos!

¡No deje su diario al alcance de los niños!

¡ELLOS TAMBIÉN TIENEN DERECHOS!

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¡PREMIO MANCO DE LEPANTO PARA ESCRITORES SIN MANOS!


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