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martes, 21 de diciembre de 2010

Memorias de un Mercenario. Hoy: "Enemigos amigos"


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El periodismo es un negocio de extorsión, la prensa libre no existe, y estamos todos rodeados”; fue dicho en el post del 10/11, Una puta inmaculada, que sirve de introducción a esta sección, y donde a la vez anunciábamos estos rápidos relatos destinados a refrendar con hechos las palabras, porque una buena historia vale más que mil imágenes. El autor se retiró del periodismo, no arrepentido, pero si podrido, al cabo de 25 años de oficio. De su experiencia, estos recuerdos.



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"Memorias de un mercenario"
 




“Los mercenarios que he tratado, y con quienes a veces he compartido la vida, combaten de los veinte a los treinta años para rehacer el mundo. Hasta los cuarenta, se baten por sus sueños y por esa idea que de sí mismo se han inventado.
Después, si no han dejado la piel en la batalla, se resignan a vivir como todo el mundo –a vivir mal, porque no cobran ningún retiro- y mueren en su lecho de una congestión o de una cirrosis hepática. El dinero nunca les interesa, la gloria rara vez, y se preocupan muy poco de la opinión que merecen a sus contemporáneos. En esto es en lo que se distinguen de los demás hombres”.

Jean Lartéguy 


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Hoy: "Enemigos amigos"



El río revuelto de los periodistas suelen ser las épocas pre-electorales cuando flujos de un dinero incierto financian medios urgentes, y también, como tales, fugaces.
A fines de 1987 me encontraba yo vencido y endeudado al cabo de más o menos tres años de vivir como free-lance, en lo que había sido un nuevo intento por abandonar el periodismo de una vez por todas.
Fracasado dicho intento, inútil ya para cualquier otro oficio, acuciado por los acreedores, aparece entonces una propuesta para un semanario pronto a surgir, y donde yo ganaría en un mes más de lo que había ganado en el último año. No precisaron explicarme mucho más.
Comenzaba 1988 y Raúl Alfonsín desgobernaba el país, ya en rumbo decidido hacia la hiperinflación, los saqueos y el caos del final. Pero a mediados de aquél año de 1988, se dirimían las internas justicialistas para las presidenciales del año siguiente. Los contendientes eran Antonio Cafiero, gobernador entonces de la provincia de Buenos Aires, y Carlos Menem, gobernador entonces de La Rioja.
Sin embargo nada de eso era de mi incumbencia, mi trabajo en aquél semanario básicamente político, era armar yluego  dirigir la parte más liviana: espectáculos, deporte, arte, etc… Las únicas dos premisas que me habían marcaron eran: no pegarle a Menem, ni a Alfonsín. Hoy cualquier diría que el Pacto de Olivos ya estaba en marcha, pero entonces las cosas no parecían tan claras.
La revista se llamó Usted y la información, la dirigía Carlos Tórtora, quien luego llegaría a ser el número 5 en la Side de Anzorregui. Pero entonces de Hugo Anzorregui tampoco se hablaba.
La paga era buena y puntual. Sin falta cada fin de mes llegaban los sueldos en negro, y apenas debíamos firmábamos un recibo de librería sin preguntar nadie nada. La plata la traía en una valija un tipo muy simpático –como suele resultar cualquier persona que te trae una valija llena de plata- , que era abogtado, supimos después, y que se llamaba Alberto Kohan. Pero el dinero provenía de los fondos reservados de la Side de Alfonsín que en ese preciso momento dirigía Facundo Suárez Lastra.
O el Pacto de Olivos ya era un hecho, o los radicales con el olfato, que los distingue se equivocaban una vez más y veían en Cafiero el gran enemigo para las presidenciales del 89.
Fuera como fuera, el objetivo de la revista no era el éxito editorial, ni mucho menos el ejercicio moral de periodismo. Ja. Aquel semanario no tenía más objetivo que el objetivo general de sus financistas: derrotar a Cafiero en las internas del justicialismo.
El 9 de julio de 1988, Carlos Menem ganó esas internas.
Pocos días después, alcanzado el objetivo para el cual se había inventado esa revista, la revista cerró, así, de pronto, en medio de un mes, sin pagar esos sueldos ni previo aviso ninguno. Un lunes llegamos a la redacción y simplemente ya no había redacción, ni máquinas ni muebles, ni por supuesto director tampoco. Todos quedamos en la calle, como diría el propio Alfonsín: "de la noche a la mañana".
Bueno, no todos, claro... no Carlos Tórtora, por ejemplo, ni Alberto Kohan, ni Facundo Suárez Lastra, ni Raúl Alfonsín, ni Carlos Menem, ni siquiera Cafiero, que aún vencido siguió siendo gobernador, y aún hoy tiene laburo.
Algunos compañeros más tiernos que yo, intentaron durante días una protesta, y hasta pretendieron una indemnización, una explicación, algo… como si aquello alguna vez hubiese sido otra cosa que un buque pirata.
Yo traté de calmarlos. Faltaba poco para las presidenciales del 89, y otra vez ellos, u otros, precisarían de nosotros.
No me equivoqué. Antes de fin de año flujos de un dinero incierto… pero esa ya es otra historia demasiado parecida a ésta.

(continuará)

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